Antes los tiempos eran diferentes. Nuestros padres miraban más en lo que se gastaba y se valoraba mucho más el activo personal, el ahorro. Pero ¿dónde se ha quedado todo? Una televisión, una mini-cadena, una moto, un ordenador… bienes preciados que costaba adquirir y que valorábamos de otra manera. Por eso no entiendo como nos hemos olvidado de todo, ¿acaso fuimos educados de esa manera? ¿en qué momento nos empezó a parecer normal cambiar de coche o de televisión cada cinco años?
Nuestros padres valoraban las cosas de otra manera, e intentaron inculcarnos esos valores, pero llegó el acceso a la información y se reeducó a la sociedad. Las ofertas, los nuevos productos, las nuevas tecnologías… todo esto nos hace ver que el marketing funciona de verdad.
El Euro llegó a nuestras vidas en el momento preciso. Aquellos eran los años del cambio. Nos sentimos europeos, nos sentimos importantes. Ya no mirábamos a Francia, Inglaterra o Alemania desde abajo, entonces todos nos hicimos iguales en derechos y obligaciones. Unos con sueldos europeos y otros con sueldos a la española. Pero no nos importó, nos lanzamos al consumo desmesurado. ¿Por qué íbamos a ser menos nosotros? ¿Por qué no podíamos disfrutar de las mismas cosas? Todos europeos.
¿Y los bancos? ¿Quién levantó el banderín del todo vale? El precio del inmueble por las nubes, los salarios a la española y de repente, cualquier españolito de pro pasaba por su entidad y se sentía importante, el banco atendía sus peticiones y le daba dinero para el piso, para el coche y para lo que quisiera. Daba igual, todo daba igual. Si no puedes pagar en 20 años, no te preocupes, paga en 40, !se acepta igualmente¡
¿Y por qué no lo íbamos a aceptar? Muchos se daban cuenta de que vivían por encima de sus posibilidades pero, ¿por qué no teníamos derecho a disfrutar? La vida son dos días, dicen.
Es humano querer. Es humano también querer más de la cuenta. ¿Dónde está el límite?
Por un lado teniamos a los ahorradores, los aburridos, los muermos… y por otro, los que disfrutan de la vida y están endeudados hasta las cejas, es decir, combate desigualado. Y a la mayoría le pareció que lo mejor era endeudarse hasta las cejas. Hasta que un día, alguien dijo BASTA. Y en esas estamos, menudo problema que tenemos encima.
Me vais a perdonar pero yo estoy necesitada de una inyección de valores, de honor y de rectitud.
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